Pinceladas y reflexiones sobre la vida cotidiana a orillas del Mediterráneo

sábado, 5 de mayo de 2007

Ejemplo 2. Pragmatismo israelí vs orden norteaméricano

El siguiente relato (que me tomé la libertad de abreviar) lo escuché ayer, de boca de Yarón Dékel, un periodista israelí que trabaja en Washington, en el programa radial de los viernes de Yarón Enosh (radio 103 FM - 15.00hs).
Dékel contó que al intentar agrandar la mesa del comedor, para una cena programada para el día siguiente, se rompió una de las lengüetas de la mesa. La lengüeta rota tapó el respectivo agujero en la tabla alargadora. Inconveniente fácil de solucionar con un taladro. Pero había un problema, Dékel no tenía taladro. Acto seguido fue a una sucursal de una importante cadena de “Hágalo Ud. mismo". Al local Dékel llegó acompañado de su tabla. El empleado sonriente que lo recibió le explicó que el trabajo lo podía realizar únicamente el empleado especialista en taladrar que no trabajaba ese día, sino al siguiente. Por lo que le sugirió, volver al día siguiente con la tabla en cuestión, o dejarla y volver a los dos días, para retirarla con el agujero ya hecho. “¿Por qué hacen falta dos días para realizar un trabajo de no más de medio segundo?” preguntó incrédulo, Dékel. El empleado, sin dejar de sonreír, le explicó, “porque el empleado especialista en taladrar agujeros tiene una larga lista de trabajos pendientes”. Dékel, como recordarán, necesitaba la tabla para la cena del día siguiente. ¿Qué hizo? recurrió a su pragmatismo congénito. Caminó unos pasos hasta el estante de los taladros y retiró el apropiado. Antes de abonar (40 dólares), se cercioró de que en el lugar (como es común en Estados Unidos) devuelven el importe de la compra, si el cliente devuelve el producto antes de los 30 dias. “Me van a devolver el dinero aún si abro el envoltorio y pruebo su funcionamiento? –“Sí”, le aseguró la también sonriente cajera.
Dékel fue a su casa con su tabla y su flamante taladro. Agujereó el agujero en cuestión y al día siguiente, devolvió el taladro. Cuando le preguntaron por que lo devolvía, Dékel dijo que se dio cuenta que en realidad, no lo necesita. Y se volvió a su casa, con sus cuarenta dólares y su más que sonriente pragmatismo.

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