Pinceladas y reflexiones sobre la vida cotidiana a orillas del Mediterráneo

lunes, 17 de septiembre de 2007

De regreso

Dos meses después

Acabo de darme cuenta de que mañana se cumplirán dos meses desde mi último Post. Sabía que había pasado mucho tiempo pero no sospechaba que tanto. ¿Por qué será, -me acabo de preguntar-, que me cuesta tanto retomar algo que en realidad me daba tanto placer, como me dio en su momento, escribir en este blog? Ipso facto apareció esa vocecita mía que pareciera dormitar en mis entrañas, pero que en realidad está ahí a la pesca de alguna preguntita inquisidora, -"¿tal vez será precisamente por eso?", me susurró, retóricamente, desde mis adentros.
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Si dos meses es mucho o poco tiempo es una pregunta filosófica, pero el sentido comun dice que dos meses de silencio para un blog, es demasiado.
Sé que no vale como disculpa, pero en la vida ocurre a veces que hacemos, -o que no hacemos-, algo "demasiado", a pesar de que hubieramos querido evitarlo, -o hacerlo, según el caso-. En este caso, por suerte, resolví una problemática personal que me tenía absorbida y que me alejó del blog.
Tengo la esperanza de traer conmigo algo así como un premio consuelo, porque siento que no reaparezco dos meses más vieja, sino dos meses más grande!

Año Nuevo 5768

En Israel suele pasar que uno siente cierta esquizofrenia, -por contradicciones culturales internas, entre otras cosas-, pero en Rosh Hashana (Año Nuevo Judío), está sensación no "suele pasar", sino que se agudiza y generaliza. Festejamos un año nuevo judío con todas las letras, cumpliendo todos los preceptos de unión o reunión familiar, según el caso, comer hasta el hartazgo (incluyendo platos tradicionales y sus versiones modernas), intercambiar regalos, vacacionar, etc. etc. Pero, salvo el año escolar que aún se denomina según el calendario judío, y comienza el 1 de septiembre, prácticamente ningún otro área de nuestras vidas se rige según él. Lo absurdo no termina acá. Al año judío se acostumbra denominar con sus siglas en consonantes, (dado que en hebreo cada consonante tiene un valor númerico, se traduce el número a letras.), a las que se les agrega vocales arbitrariamente, para poder pronunciar el nombre del año judío, como si fuera lo que no es, el nombre de alguien. La pregunta, que confieso recién ahora se me ocurrió preguntarme es, ¿por qué no optamos por la simpleza, y llamamos al número 5768 por su nombre, y no nos "rompemos los dientes" (como se dice en hebreo), con su nombre "Tashsaj", que en realidad, todo su signficado es el número 5768?

Ines Weller desdeisrael@gmail.com

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