Pinceladas y reflexiones sobre la vida cotidiana a orillas del Mediterráneo

miércoles, 31 de octubre de 2007

Más celulares que habitantes

No hacía falta escuchar las últimas estadísticas para descubrir la popularidad del teléfono celular en Israel ya que eso se ve en la calle, en la escuela, en el transporte público, en la playa, pero aún asi, era difícil imaginar que hoy por hoy, el número de abonados a la telefonía celular en Israel (que ronda los ocho millones) es MAYOR que el número de habitantes, (siete millones).
¿Será que no me enteré que inventaron un celular para mascotas?

Que llueva o que no llueva
Hoy nos despedimos de un octubre absolutamente seco, (a excepción de más o menos diez gotas que cayeron por ahí) asi que los meteórologos, televisivos y radiales, se deshacen en disculpas por no poder augurarnos las benditas y supuestamente deseadas lluvias. Teóricamente es lógico que las deseemos ya que en Israel las lluvias son, por lo general. más escasas que abundantes, pero todos los otoños e inviernos se repite el absurdo. Mientras que las lluvias no llegan, todos las invocamos pero basta que estén con nosotros uno o dos días para que las calles se inunden, el tráfico se congestione, los semáforos no anden , y nuestras plegarias, como una veleta, giren de inmediato en sentido contrario.


Estampillas vs tarjetas de crédito
Pocos días después volví a la oficina pública sobre la que comenté en mi post anterior (Trámites eran los de antes), feliz con mi planta de estampillas previamente adquiridas y para mi estupor, una computadora flamante posaba oronda en un rincón, al servicio del público. No sé que llevó a los directivos a agrietar tan impunemente una tradición milenaria, instalando una máquina autoservicio para pagar por medio de tarjetas de crédito. Pero como me imagino que mi post no tuvo nada que ver no me cabe más que aceptar que a veces, existen las casualidades.


jueves, 11 de octubre de 2007

Trámites eran los de antes

Hoy fui a hacer un trámite a una oficina pública y lo que pensé que seria una acción absolutamente rutinaria se transformó en un viaje por el túnel del tiempo.
En primer lugar, cuando llegué a la municipalidad, en la ventanilla de Informaciones me informaron que la oficina en cuestión quedaba en otro edificio, a media cuadra. Lo acepté con una sonrisa, a pesar del sol ardiente, porque sé lo sano que es caminar.

En Informaciones de la susodicha oficina me informaron que la única manera de realizar el trámite era abonando previamente con estampillas!!! Las estampillas, obviamente NO se podian adquirir ahí sino, en el edificio de la mismísima municipalidad, del cual venía.
Otra sonrisa, todo sea por los músculos.
¿En qué parte de la municipalidad? Ese dato no lo tenía Sr Informaciones. Teniendo en cuenta que todo trámite en aquella oficina hay que abonarlo en estampillas, y que a todos los que llegan por primera vez le brinda la misma, insuficiente, información, me atrevo a afirmar que el Sr Informaciones sufre de una fatal falta de curiosidad. Pero no era el único demasiado poco curioso.

Tampoco el empleado de Informaciones de la propia municipalidad sabía en que oficina se vendian las estampillas. Después de deambular de a una oficina a otra, opté por seguir el consejo que todos los consultados tiraban al aire como si fuera un delirio, "y, que se yo, ¿será en el correo?". Claro, era tan lógico que las estampillas, aunque no fueran para despachar cartas, se vendan en el correo, que todos, incluyéndome, supusimos que no podia ser tan simple la solución de la incógnita.
Efectivamente, en el correo las vendían. Pero la verdadera sorpresa fue descubrir que las estampillas eran de "las de antes", o sea, carecían del sistema autoadhesivo por lo que no quedaba otra que pasar la planta de estampillas (eran más de una decena) por la esponjita mágica que adornaba el mostrado de toda oficina pública en mi infancia, y que yo ya la tenía catalogada como reliquia. Pero no fue posible. En el mostrador de una oficina pública del tercer milenio, obviamente, no había tal esponjita.
Asi que no me quedó más remedio que elegir entre dos opciones,
sacarle la lengua al empleado, o irme sin hacer el trámite....

miércoles, 10 de octubre de 2007

Huelga de profesores

Tal como nos tiene acostumbrados, el "después de las fiestas" llegó con algunas novedades como la huelga de los profesores del secundario, que empezó hoy y está anunciada por tiempo indefinido (y le vaticinan una duración de dos a tres meses).
A raíz de la huelga (que a partir de mañana quedará cancelada para la zona de Sderot y alrededores), nos enteramos que contrariamente a la creencia popular, de que aquí, el país del pueblo "del libro", la mayor parte del año es feriado, según los datos oficiales, los profesores en Israel trabajan 42 semanas por año, lo que representa un período laboral signficativamente mayor que el de la mayoría de los países occidentales, donde las cifras varían entre 35 y 40. Además, el salario promedio (bruto) de los profesores de la secundaria es menor al salario promedio del resto del mercado laboral.

O sea, no hay duda que los maestros merecen ganar más, pero adivinando que hasta que el gobierno y los docentes se pongan de acuerdo, la simbiósis "adolescentes desocupados – aparatos de Alta Tecnología" se intensificará, cuando regresen a las aulas, tal vez, en vez de alumnos, los profesores se encuentren con robots.

Ines Weller desdeisrael@gmail.com

miércoles, 3 de octubre de 2007

Despues de la fiestas

La frase del título es la más usada en el último mes, (junto con "Jag sameaj" = felices fiestas). Como nos divertimos jugando con ella a las escondidas, cual si fuera la mágica "Sésamo Abrate", logrando con sólo pronunciarla postergar todo compromiso, para con nosotros o con los demás. Pero, a pesar de la fantasía de que se trataba de una consigna no perecedera, estamos a un paso de su fecha de vencimiento que este año cae el próximo domingo. Después de dos meses de vacaciones de verano y un mes de fiestas nos reencontraremos con la rutina de todos los años, de reintegrarnos a una vida sin pic-nic ni playa, ni comilonas familiares, al mismo tiempo de que nos sumergimos en un otoño que por lo general tiene más pinta de verano que de invierno.

El paso a lo que se podría definir como "la vida de verdad", -donde los compromisos son compromisos, y las promesas, promesas, y todo el caudal de postergaciones avanza hacia nosotros como una avalancha, con una mezcla de desfachatez y desenfado-, no es fácil.
Pero tampoco terrible. Siempre habrá alguna huelga que altere nuestros planes, los promotores de dietas, que ya esperan ansiosos en la línea de largada, nos asegurarán que bajaremos todos los kilos que sumamos con solo pestañear, (y tragar las pastillitas que pretenderán vendernos), y también será el momento ideal para retomar, o empezar, las visitas al gimnasio, las clases de yoga, algún curso con el que soñamos hace años, que nos cambiará la vida, o experimentar algún método innovador como "la fuerza de la ternura".

Y si todo eso no ayuda, siempre se pueden aprovechar las tarifas de los pasajes aéreos que iniciarán, después de las fiestas, por fin, su temporada baja, y simplemente levantar vuelo por un ratito.
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