Pinceladas y reflexiones sobre la vida cotidiana a orillas del Mediterráneo

jueves, 11 de octubre de 2007

Trámites eran los de antes

Hoy fui a hacer un trámite a una oficina pública y lo que pensé que seria una acción absolutamente rutinaria se transformó en un viaje por el túnel del tiempo.
En primer lugar, cuando llegué a la municipalidad, en la ventanilla de Informaciones me informaron que la oficina en cuestión quedaba en otro edificio, a media cuadra. Lo acepté con una sonrisa, a pesar del sol ardiente, porque sé lo sano que es caminar.

En Informaciones de la susodicha oficina me informaron que la única manera de realizar el trámite era abonando previamente con estampillas!!! Las estampillas, obviamente NO se podian adquirir ahí sino, en el edificio de la mismísima municipalidad, del cual venía.
Otra sonrisa, todo sea por los músculos.
¿En qué parte de la municipalidad? Ese dato no lo tenía Sr Informaciones. Teniendo en cuenta que todo trámite en aquella oficina hay que abonarlo en estampillas, y que a todos los que llegan por primera vez le brinda la misma, insuficiente, información, me atrevo a afirmar que el Sr Informaciones sufre de una fatal falta de curiosidad. Pero no era el único demasiado poco curioso.

Tampoco el empleado de Informaciones de la propia municipalidad sabía en que oficina se vendian las estampillas. Después de deambular de a una oficina a otra, opté por seguir el consejo que todos los consultados tiraban al aire como si fuera un delirio, "y, que se yo, ¿será en el correo?". Claro, era tan lógico que las estampillas, aunque no fueran para despachar cartas, se vendan en el correo, que todos, incluyéndome, supusimos que no podia ser tan simple la solución de la incógnita.
Efectivamente, en el correo las vendían. Pero la verdadera sorpresa fue descubrir que las estampillas eran de "las de antes", o sea, carecían del sistema autoadhesivo por lo que no quedaba otra que pasar la planta de estampillas (eran más de una decena) por la esponjita mágica que adornaba el mostrado de toda oficina pública en mi infancia, y que yo ya la tenía catalogada como reliquia. Pero no fue posible. En el mostrador de una oficina pública del tercer milenio, obviamente, no había tal esponjita.
Asi que no me quedó más remedio que elegir entre dos opciones,
sacarle la lengua al empleado, o irme sin hacer el trámite....

No hay comentarios.: