Pinceladas y reflexiones sobre la vida cotidiana a orillas del Mediterráneo

sábado, 19 de abril de 2008

Shimón Peres, los platos sucios y yo

Anteayer al mediodía, antes de entregarme a la postergada tarea de lavar los platos, encendí la radio y ¡oh! casualidad, Shimón Peres estaba a punto de comenzar su discurso en el Parlamento polaco, en lo que era, -según las palabras del enviado especial-, "el momento culminante" de su primera visita a su país natal, en calidad de presidente de Israel. Por qué casualidad, se preguntarán. Porque si tenemos algo en común Peres y yo, son los platos sucios. Durante años, ya desempeñándose en cargos ministeriales, Peres se jactaba de que en su casa él era el encargado de lavar los platos, y confesaba que, temeroso de que el lavavajilla lo destrone de lo que él definía como relajante rol, se había negado a introducir uno en su cocina familiar. Es de suponer que actualmente, en la residencia presidencial, se debe sentir despojado.
En aquella época en que Peres confesó su "hobby", los hogares en los que seguían lavando los platos a mano, -entre ellos el mío-, eran cada vez menos. En mi caso no se trataba en absoluto de un pasatiempo placentero, -aunque efectivamente bastante tiempo pasaba lavando-, sino que siempre había algo más importante que comprar. Sea como fuere, en mi historial de lavado de platos Peres marca un antes y un después.

Antes de enterarme de la particular relación entre Peres y sus platos sucios, trataba de evitar todo lo posible esta tediosa tarea. Pero, enterada de su hábito, mi actitud dio un vuelco rotundo. 'Si a Peres el lavado de platos le sirve para reflexionar relajadamente sobre los problemas nacionales cruciales' -reflexioné-, '¿cómo no me va a ayudar a mi con los míos? ¿Qué tienen los platos sucios de Peres que no tengan los míos?'
Esto no quiere decir que desde entonces empecé a lavar los platos con más frequencia, todo lo contrario. Sólo cuando me aseguro que la vajilla acumulada me brindará por lo menos media hora de reflexión, me entrego a ella. Para potenciar los efectos de la "sesión", muchas veces sintonizo en la radio música de fondo. Así fue como di con el discurso "culminante" de Peres en el Parlamento polaco, quien, sin siquiera imaginárselo, creó un momento no menos culminante en mi modesta cocina. No se cuanto tiempo habló Peres pero fue suficiente para lavar todos los platos y hasta dejar la pileta reluciente. Es verdad que esta vez no reflexioné lavando, pero disfruté con el hecho de que, -más allá si me identifico, o no, con sus ideas políticas-, un funcionario israelí me emocionó con sus palabras, y de yapa, representó dignamente al país. Una confirmación de la creencia popular que sostiene que Peres pertenece a una especie en extinción.
Ines Weller desdeisrael@gmail.com

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola!
Tu blog me parece genial, ameno, reflexivo y un acertado reflejo de la realidad israeli.
Te invito a leer el mio, que en un estlo similar relata mis peripecias en Puerto Rico y Channel islands

Daniela Rusowsky
(chilena, periodista)