Pinceladas y reflexiones sobre la vida cotidiana a orillas del Mediterráneo

viernes, 4 de diciembre de 2009

Jorge Bucay en Tel Aviv

Cuando Jorge Bucay dijo, al principio de la conferencia que dio ayer (3.12) en la sede teleavivense del Instituto Cervantes, que una de las claves para aprender a vivir bien, es "ser quien uno es", me dije, "con esta frase retomo el blog".

Durante la prolongada espera a la charla, mientras me paseaba por el hall del Cervantes, sorprendida de encontrar pocas caras conocidas (aunque en Israel viven miles de latinoamericanos, tengo la fantasía de que conozco a casi todos) me preguntaba si tanta espera valdria la pena. (Había ido temprano para participar en la actividad "Cuenta cuentos" con Bucay, para la cual no hubo lugar). Por suerte, la respuesta a la salida fue categórica: sí.

Ver y escuchar a Bucay "en vivo", en Tel Aviv, tuvo varios signficados. En primer lugar, recibir una bocanada de aliento porteño. En segundo, reírme con ganas (sólo por eso valió la pena la espera). En tercero, palpar esa conjunción, tan surrealista como real, entre la cultura latina y la israelí ya que la visita de Bucay coincidió con la segunda edición (Edit. Keter), en hebreo, de su libro "Recuentos para Demián", bajo el título: ¿Quién eres? (En la primera se llamó: "Escuchá un cuento").

Pero además, me permitió reencontrarme con frases del estilo: "lo único que tiene sentido en la vida es ocupar el espacio que uno quiere ocupar"; "ser quien uno es", "no ser el que otro quisiera que uno sea". Con comentarios acerca de la importancia de la autodependencia; lo indegesta que es la ensalada de culpa, miedos y verguenza, que muchos tenemos la mala costumbre de prepararnos. Y otras tantas frases hechas y argumentos conocidos, aprendidos, masticados, supuestamente grabados en mi disco rigído (aunque en momentos de flaqueza, cuando busco aferrarme a ellos, descubro que se me borraron, misteriosamente...)

Otro aspecto del encuentro con Bucay que me vino muy bien fue el hecho de que si uno no supiera que Bucay es Bucay, si uno lo viera pasar por la calle como un perfecto desconocido, no se daría vuelta para mirarlo. Bucay tiene la apariencia de lo que en hebreo se llama "el hijo del vecino". Acostumbramos como estamos (estoy) al modelo que asocia una persona exitosa con una presencia cuativante (como si para triunfar en cualquier ámbito uno debe tener el 'look' de una estrella de cine o de televisión) fue reconfortante comprobar, una vez más, que hay otras alternativas.

Les cuento una anécdota que me incomoda contarla pero creo que merece ser contada. Mientras Bucay cruzaba el pequeño salón de conferencias del Cervantes, una señora sentenció, en voz suficientemente alta para que la escuche la gente a su alrededor: "¡qué viejo y qué gordo!" Después, ya en voz más baja, inclinándose hacia su vecina, agregó: "Hace veinte años que no lo veo". Digo que merece ser contada porque ese infortunado comentario, que seguramente Bucay escuchó camino al frente de la sala (aunque aparentemente no le movió ni un pelo) no le impidió hacer despliegue de sus encantos como orador, en lo que fue una charla tan divertida como interesante. Como dice la canción, "qué digan lo que digan".

La despedida fue, como toda la conferencia, fiel a su estilo. Siguiendo su propio lema de "aprender a reirnos de nosotros mismos", Bucay dijo: "les aconsejo desconfiar de los conferenciantes. Uno nunca saber por qué se dedican a dar conferencias", fraes con la que cerró un cuento de un gato que había sido castrado por molestar a los vecinos con sus orgias ruidosas y nocturnas. Lo que los vecinos no sabían era que el gato seguiría perturbando su sueño porque "al no tener vida sexual, se dedicó a dar conferencias"...

Otro motivo por el que Bucay aconsejó desconfiar de los conferenciantes, me pareció que revelaba una genuina sinceridad y con seguridad, más elegancia que el anterior. Aludiendo a una pregunta que le habían hecho, acerca de qué hacer con sus consejos en situaciones de emergencia (como las vividas en el Holocausto, en una guerra, etc.) aconsejó tomar con pinzas lo que dice un conferenciante (aludiendo claramente a su persona) que nunca vivió una situación como ésa, porque quien sabe si sabe lo que dice o si lo que dice es verdad (o algo por el estilo).

Como bien pueden imaginarse quienes lo conocen, Jorge Bucay lanzó muchas frases al espacio Cervantes. Muchas fueron dichas con un tonito sobrador de sabelotodo pero otras, reflejaban cierta humildad. Algunas me dejaron pensando, otras, me hicieron largar una carcajada pero hubo una que me hizo sonreír por dentro: "Lo más estúpido es hacer siempre lo mismo y pensar que el resultado va a ser diferente".
Inés Weller desdeisrael@gmail.com

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