Pinceladas y reflexiones sobre la vida cotidiana a orillas del Mediterráneo

miércoles, 24 de marzo de 2010

Israel, en pleno ataque de limpieza

Como todos los años, a medida que Pesaj se acerca, la histeria general se agudiza. No me pregunten por qué, pero todos limpian. Se supone que es para sacar de la casa todo vestigio de levadura, cuya ingestión está prohibida durante la semana que dura esta fiesta. pero eso tendría lógica si se tratara únicamente de limpiar la cocina. Pero el ataque de limpieza invade TODA la casa, incluyendo armarios, desvanes, etc.

Como decia aquella vieja canción infantil: "En el puento de Avignón todos bailan, todos bailan". Habia una época que yo también me pasaba días trepada a una escalera, dando vuelta roperos en vísperas de la fiesta. Entonces sí, yo podía cantar "en Israel, todos limpian todos limpian. En Israel todos limpian y yo también". Tenía su encanto saberme parte de un rito de purificación que nunca entendí quien habia ordenado, pero que sin duda, colaboraba con la higiene nacional. Pero me cansé. Los años no vienen en vano.

Asi que ahora, sumergida en mi holgazanería, me resulta divertido ver el trajín de las mujeres de mi alrededor, ya que con mis largos años en el país, no recuerdo haber visto nunca un hombre que ponga su casa 'patitas para arriba', agua y jabón en mano. Claro, que no es tan fácil mantenerse ajena. Sin ir más lejos, hoy a la mañana sonó el teléfono a una hora inusitada, al menos en mi casa. Felizmente, para mí y para mi vecina de arriba, yo ya estaba despierta. Digo para mi vecina de arriba, porque no quiero pensar cuáles habrían sido las consecuencias de nuestra armoniosa vecindad si su llamado me hubiese despertado. (Si hay algo que odio en este mundo es que me despierten sin necesidad).

La atendí mientras mi vista reposaba en el balcón, perdiéndose en el día radiante que amanecía pero al ver su nombre en la pantallita del teléfono, volví de sopetón a nuestra límpida realidad: "No me digas nada", me adelanté, "querés que entre la ropa". Efectivamente, esta buena señora se apiadó de mi ropa limpia colgada én la soga (con el sol israeli´, usar el secador es un verdadero pecado ambiental), ya que ella, fiel a la tradición, estaba a punto de baldear sus ventanas.

Obviamente, no es la única. Ayer, mientras caminaba por la calle vi por primera vez el interior de un departamento de un primer piso que pasa todo el año con las persianas bajas. No sé quien vivirá ahí, pero aquí, hasta el más empedernido hermitaño no logra zafar de la semana de aseo nacional.

Dentro de todo, es un "raye" nacional positivo, sobretodo si se lo compara con otras costumbres mucho menos digeribles con las que uno se topa por estos pagos.

Ines Weller desdeisrael@gmail.com

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