Pinceladas y reflexiones sobre la vida cotidiana a orillas del Mediterráneo

jueves, 10 de mayo de 2007

Efecto celular

A veces uno, es multitud

Ayer al mediodía viajé en tren. Precisamente salí tarde con el fin de evitar la aglomeración de las horas pico. La aglomeración la evité pero a veces, un único pasajero con efectos bulliciosos equivale a una multitud. El susodicho era un joven de menos de treinta, a juzgar por su aspecto, y tzabar por el acento (aunque debería escribir, por carecer de él, ya que se supone que los nativos de un país, por naturaleza, no lo tienen). La primera vez que me percaté de su existencia fue cuando el llanto de un bebé rompió el silencio acogedor, que hasta ese momento sólo había interrumpido el traqueteo con su parsimonia apaciguadora. Mi instinto maternal se despertó al vuelo - bueno, dormir lo que se dice dormir, nunca duerme-. Ipso facto comencé a husmear alrededor en búsqueda de la pequeña alma en pena, como si todos los bebes del mundo me lloraran a mí. No tuve tiempo ni de esbozar un ceño fruncido ya que el llanto desapareció con la misma fugacidad con la que había irrumpido. Quien hizo el milagro fue el joven mencionado al apretar en su celular el botón con el dibujo del tubito verde (sobreviviente de las épocas en las que los teléfonos tenían forma de teléfonos). Si, efectivamente, el llanto era el ring tone. Si bien no fue la primera vez que escuché un ring tone lloroso, la surrealista elección volvió a asombrarme. Yo me pregunto, si se trata de plagiar, por qué no una carcajada? Y si de carcajada y de surrealismo se trata, imaginense si el pasajero ocasional, en vez de contestar ipso facto el llamado, hubiera dejado sonar el aparatito?
Con los conocidos efectos contagiosos y liberadores de la risa, al cabo de instantes, todos los pasajeros hubiéramos pasado a sostenernos la barriga de tanto reirnos y habríamos llegado a destino livianos y sosegados, como si acabáramos de salir de una sauna colectiva.

Como convertirse en presunto sospechoso

Volviendo a la realidad. Mi compañero de viaje además de pecar de lacrimoso lo hizo por extrovertido. Durante su infinita conversación telefónica repitió una y otra vez -a medida que lo iban pasando de un empleado a otro-, los datos de su tarjeta de crédito. Estos datos eran imprescindibles para realizar la averiguación pertinente, que con razón, tanto lo aquejaba. Pero, ¡oh casualidad!, lo son también para realizar una compra telefónica por medio de una tarjeta de crédito, que acá es cosa de rutina. O sea, que la próxima vez que este joven vuelva a descubrir que le cobraron de su tarjeta de crédito por una compra que él no realizó, todos sus ocasionales compañeros de viaje, del día 10 de mayo a horas del mediodia, nos convertiremos en presuntos sospechosos.

De inocente pasajero a entrometido

No tengo a mano estadísticas internacionales pero sin duda Israel figura dentro de los mayores consumidores de telefonía celular. Esto sumado a la peculiaridad israelí de hablar en voz alta, sea donde sea y con quien sea, convierte lo que antes era un trivial viaje en transporte público en una apasionante aventura. Y asi, sin ninguna intención incursionamos en historias personales, por lo general, pasionales e intrigantes, que más de una vez nos lleva a alterar nuestro destino original del viaje, con tal de no perdernos el final de la historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Maravilloso!
Y yo pensaba que no hay nada peor que un ringtone con la Fuga de Bach con Instrumentos Originales de Celular, un Concierto de Tchaicovsky para Dos Teclas o la cumbia pornometafísica "Bombón asesino"...


Gladys, de Buenos Aires