Pinceladas y reflexiones sobre la vida cotidiana a orillas del Mediterráneo

viernes, 26 de junio de 2020

Mi niña interior y la pandemia



Si bien en el post anterior, que publiqué a principios de esta pandemia, Llegó la hora de la revancha… de los introvertidos, decía estar en "mi salsa" ante la imposición de cuarentena generalizada, acabo de descubrir que no salí ilesa.

En realidad, la más dañada, –podría decir "felizmente", ya que me tocó en suerte trabajar a distancia desde hace años por lo que no tuve que dejar de hacerlo– es mi niña interior. A simple vista, parece un lujo de suertudos. Y lo es, pero solo en parte, ya que esta niña, vendría a ser lo que la "cultura" a la sociedad: la responsable de alimentar mi razón de ser. 

Ella se nutre del placer, de los pequeños gustos, de las satisfacciones. Y de pronto, esta dimensión, su hábitat, se transformó en una gran nimiedad. La abstinencia de todo lo evitable que nos impuso el COVID-19, ya desde la época en que lo llamábamos familiarmente coronavirus, transformó el fogoso mundo de los deseos en un ámbito superfluo.

Al menos eso es lo que me pasó a mí, perdida como estoy en la confusa realidad israelí en la que cada vez se mezclan más los dictámenes pertinentes a una real emergencia sanitaria con intereses políticos y económicos –algunos ocultos y otros burdamente  visibles generando una masa inseparable, que me desorienta.¿Qué hacer? ¿A dónde ir? ¿Con quién verme? 

Desde que "abrieron" la cuarentena ando deambulando entre las diferentes opciones, voy y vengo de lo prohibido a lo permitido, y viceversa. Tratando de dilucidar la verdad, de configurar, yo solita, una actitud sana y sabia, que me permita realimentar mi "niña interior". Para ayudarla a recuperarse. O sea, para ayudarme a recuperarme. Lo más rápido posible. 

Todo, por supuesto, con una gran culpa (spécialité de la casa), por tener el privilegio de preocuparme de mi alimentación emocional mientras que tanta gente alrededor del mundo sigue como siempre ocupándose, o empezó a ocuparse "gracias" al COVID-19, de cómo diablos comprar comida de verdad.

sábado, 4 de abril de 2020

Llegó la hora de la revancha… de los introvertidos


Muchas especulaciones se barajan en estos días en cuanto al origen o significado de la pandemia del coronavirus. Si bien no suelo sumarme a este tipo de conjeturas, esta vez, excepcionalmente, me urge compartir mi mirada de esta locura que estamos viviendo.
Porque siento que si tuviéramos la dicha, de que este rediseño del mundo transcurriese sobre un escenario teatral, la obra podría llamarse: La revancha de los introvertidos.

Lo digo con profundo conocimiento de causa. Soy una de esas personas que, naturalmente, tienden a guardarse todo para adentro: sentimientos, problemas, dificultades y alegrías. Y en esta era digital que nos toca vivir, nos vemos obligados a ir esquivando al "otro" no solo en el mundo real sino también en el virtual. Abrimos un perfil en Facebook, instagram, etc. para disimular nuestro ostracismo pero raras veces publicamos algo personal. Nos basta compartir posts ajenos para sentimos "al desnudo".

Disfrutamos de la soledad como otros de una torta de chocolate. Necesitamos del silencio como aire para respirar. Somos expertos en explicaciones diplomáticas para eludir algún encuentro social. Porque sabemos que decir "prefiero quedarme sola en casa" no es políticamente correcto y peor aún, puede llegar a lastimar. Y si hay algo que no queremos, es herir a nuestros pocos amigos, que con no poco esfuerzo aprendieron a respetar nuestras distancias, y nos acompañan a lo largo del camino.

Y en medio de nuestra obsesión por preservar nuestra intimidad, como en un cuento de terror, llega el coronavirus y con su gran e imperdonable crueldad, impone el aislamiento a todos, sin diferencias de raza, género ni rasgo de personalidad.

Es verdad, a nosotros, los introvertidos, nos resulta más fácil transitar la cuarentena preventiva porque, de alguna manera, estamos en "nuestra salsa". Pero no se preocupen mis queridos extrovertidos. Este apogeo nos va a durar poco. Muy pronto, todo volverá a su lugar.

Ustedes, retomarán el habitual protagonismo y celebrarán encuentros humanos maravillosos. Y nosotros, volveremos a nuestro silencioso rinconcito.
O quién sabe, capaz que después de este confinamiento obligatorio quedemos tan empalagados de nosotros mismos, que corramos a abrazarlos. 
¡Ojalá!