Últimamente tuve la oportunidad
de volver a comprobar, por chiquicienta vez, la eficacia de este viejo "truco" y me dio ganas de compartirlo.
***
Cuentan de una familia con muchos
hijos que vivían en una casa muy pequeña lo que, naturalmente, les generaba
gran incomodidad y muchas tensiones. Cuando la situación se hizo insostenible
el padre fue a consultar al rabino qué hacer. Para su gran sorpresa, el rabino
le aconsejó:
–Llevá un cabrito a tu casa…
–¡¡¿Qué decís?!!! Te digo que
vivimos reapretados ¡y vos me decís que lleve un cabrito a mi casa!
–Hacé lo que te digo. Lleva el
cabrito y volvé en una semana.
Dada la gran reputación del
rabino como solucionador de problemas por un lado y su desesperación por el
otro, el hombre llevó un cabrito a la casa. Como era de imaginar, la
convivencia con el animal los enloqueció... A la semana, el hombre corrió al rabino.
–Rabi, pasamos una semana terrible…
–¡Excelente! Volvé a tu casa y
sacá el cabrito…
***
Después de haber convivido, en el
transcurso de los años, con muchos "cabritos", doy testimonio que el "truco" es infalible.
Solo le veo dos inconvenientes: la
llegada del cabrito es ajena a nuestra decisión (al menos yo nunca encontré las
fuerzas para meterlo por propia voluntad) y el "efecto" no es muy
sostenible que digamos… En un par de días el alivio por la desaparición del
problema "extra" suele esfumarse... y volvemos
a quejarnos de la difícil situación…
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