Hace tiempo que tengo ganas de escribir por estos pagos pero se me hacía difícil por esa maldita tendencia a la proscrastinación (postergación en difícil).
Felizmente, esta mañana, 30 de octubre 2018, el dìa de las elecciones municipales, me
desperté con el ímpetu necesario. En realidad, el ímpetu se despertó un poco
más tarde, cuando me cayó la ficha del nombre del día: El día de las
elecciones.
Al sacarlo del contexto local, que son la razón de tan inspirador título, se me
ocurrió una idea que nos vendría muy bien a muchos. Decretar un día por año
como el Día de las Elecciones, en el sentido amplio y personal. Un día en el
que cada uno de los habitantes del país
tiene la obligación de tomar una decisión.
En un primer momento me
sonó como una más de mis alocadas ocurrencias pero en seguida me acordé que ya
tenemos el Día del Perdón…
Si todo un país se detiene
24 horas para que una mayoría revise sus propios pecados, por qué no detenerse
para que cada uno haga lo que no se anima: decidir.
Para algunos o tal vez
para muchos, digamos para los afortunados, elegir es algo natural. Cosa que
hacen desde que tienen uso de la razón. Para ellos, tal vez un día innecesario.
Pero para nosotros, para
quienes decidirse por algo nos resulta, a veces, una misión posible, puede ser
un día de fiesta.
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